Quinto: Solo quedó una taza medieval.
En las calles, camino a casa con dos libros, seguí pensando en Monique. Al parecer solo había recordado la primera y la última vez que la había visto, pero ese largo espacio donde no había un saludo ni una despedida se había esfumado. Ahora que lo pienso, sufrí mucho, pero este no era momento para recordarlo. Llegué a casa y mi teléfono sonó, tenía que ir a una escena de crimen (esto ya parece chiste pero es historia cierta)
Llegué a un pequeño vecindario, de esos condominios de clase media pero donde hay hasta dos autos, backyard y piscina, seguro un accidente se había salido de control. Las casas eran muy coloridas y los jardines muy bien cuidados, nada que ver con aquel barrio polaco, aquí los niños si sonreían. No había ni un papel tirado en el suelo, y los dueños de sus canes no sufrían de la autosuficiencia de su can, estos sí que hacían caso. En la avenida principal gire a la derecha, dos calles más tarde gire a la izquierda, al final esta calle era ciega, terminaba con dos casas, una de cada lado, ambas las más grandes de la cuadra. Estacione el auto al costado derecho, estaba repleto de los vehículos de forense, en seguida sentí que algo no andaba bien, no es normal que en un barrio como este se genere tanto revuelo. Baje del auto con un poco de nervios, un poco de miedo, un poco de ansiedad. En la entrada había dos cuerpos policiales tomando un poco de té caliente.
-¿Cómo vas? Vaya sorpresita la que nos hemos encontrado hoy-
-¿Pero qué ha pasado?- Pregunté
Sonrieron un poco, pero sus caras denotaban tristeza.
Al entrar noté que todas las ventanas estaban cubiertas con papel periódico, la luz no alcazaba a entrar o a salir. Una pequeña bombilla roja, saliente de una habitación, tal vez el vestidor, permeaba toda la casa, esto era un poco tenebroso. El suelo estaba cubierto de vidrios, todo estaba tirado en el suelo. Al fondo en un muro bastante grande, una alacena antigua sucumbía ante la tempestad. Las puertas estaban abiertas, toda la vajilla estaba en el suelo, las tazas permanecían intactas. Me acerqué a observar, tome una. Tenía una pequeña leyenda en algún idioma antiguo, tal vez latín, tenía algunos dibujos referentes a la época medieval, esto sin duda era un juego de té hecho a mano, en las imperfecciones de la confección se podía notar. Me agache y tome un pedazo de platón, tal vez era una ensaladera. La pieza estaba destruida, pero dejaba ver algunas referencias medievales también. Me levanté y por un segundo lamenté el destino de esta hermosa vajilla, de esta hermosa alacena. Camine hacia la cocina, estaba toda hecha en granito y un poco de mármol oscuro. La cocina estaba destruida, era solo el recuerdo de algo que ya no existe.
-¿Tiene un minuto? Por favor vea esto-
El jefe forense me llevo al cuarto principal en el segundo piso, en seguida me di cuenta que las escaleras por donde caminábamos estaban repletas de sangre. El segundo piso estaba alfombrado, muy mala idea. Estaba lleno de sangre pero ahora pude ver algunos trozos de carne ¿humana? espero que no. Llegamos a la habitación y la puerta estaba aruñada, más bien desgarrada.
-Hace unos minutos los cuerpos fueron recogidos-
¿Cuerpos? ¿Qué había pasado? ¿Cuántos eran? Por Dios, ¿Qué había pasado aquí?
-¿Que ha pasado? Quiero detalles- Dije.
-Tenemos cinco cadáveres, tres de ellos incompletos. Cuatro sufrieron asesinato, el quinto es suicidio. El infractor ahogo a los padres y luego se dispuso a a acabar con las dos hermanas, una de ellas se despertó y corrió hacia el cuarto de los padres (donde estamos) Después de matarlas intento cortarlas con una cierra de carpintería pero tropezó bajando una de las bolsas con varios pedazos de dos cuerpos, tumbó la alacena y dejo la bolsa en el pasillo-
Me quedé en silencio, no dije una palabra. Empecé a observar la habitación. En las paredes, en las ventanas, en todas partes se podía vivir la escena, se podía sentir. Baje las escaleras, tomé un par de fotos y salí a tomar un poco de aire, en ese momento no escuchaba, no veía, no podía hablar, solo quería respirar un poco.
Volví a entrar, el ambiente estaba muy pesado, creo que estas casas, estos hogares que sufren estos sucesos jamás se recuperan ¿Cómo podrías dormir? ¿Cómo podrías colocar tu cama, tu almohada y descansar sin pensar si quiera un segundo en la escena? Las casas, nuestras casas, viven mil historias, son espectadoras de todo lo que hacemos, de todo lo que somos. Presencian nuestros llantos, los cumpleaños, las despedidas, las bienvenidas. Nos han visto llegar borrachos o comer helado por días por un desamor. Nuestras casas han visto tanto y al final lo callan todo, y cuando un extraño o alguien nuevo toca nuestro hogar, siente estas energías y no se lo puede explicar, tampoco nadie se lo va a decir, supongo que ese es el peso que llevan nuestras casas.
Aún seguían los trozos de carne, aún estaban las vajillas rotas... Tome algunos apuntes y otras fotos. Camine hacia el patio y encontré la estantería donde faltaban la herramienta del crimen, le tome un par de fotos. Al salir vi una pequeña foto, tal vez de un viaje, allí estaba, un poco separado del grupo, mirando hacia atrás y la madre intentando voltear la cara para que mirara a la cámara ¿Qué estaría pasando por su cabeza? ¿Se imaginaba a esa edad que esto pasaría? No sé sabe en qué momento de la vida llegan estás decisiones, tampoco como se crean, supongo que el cerebro humano es la máquina que aún no terminamos de comprender.
Salimos todos de la casa mientras la sellaban y retiraban por fin los restos, lo demás debía permanecer intacto, al menos hasta que se cerrara el caso.
Esa noche fue terrible para mí, jama la olvidare, jamás podré sacar de mi mente esas escenas y peor aún, jamás entenderé esto como pasa ¿por qué? Fue la noche más dura y estaba siendo egoísta, yo solo llegue a revisar algo que alguien más vivió, alguien más padeció. Así es la vida, te quejas por cómo te sientes, pero no puedes comprender como se siente el otro, menos si tu sentimiento es muy fuerte.
Una noche de mierda.
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