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Fragmentos de una comida en Rennes



Estaban sirviendo la segunda copa de un vino blanco, un poco seco para mi gusto pero bueno, ¿Quién soy yo para debatir el sabor de los vinos? tal vez mi paladar aún necesitaba mucho entrenamiento. Recuerdo que había una bandeja para degustar quesos y otra para probar cortes finos de carnes. Siempre he preferido hacer intervenciones en una conversación si hay comida en la mesa; una conversación con el estómago vació no lleva a ningún lado. Querían debatir, querían discutir si es mejor quedarse solo o acompañarse de la costumbre.


- Es un tema difícil ¿Sabes? muchas personas le temen a la soledad.-comente.

En ese momento la mujer que estaba a mi derecha tomo su copa, bebió un poco y tal vez más que a la mesa, se refirió a mí cuando señaló.


- Todos le tememos a la soledad, nadie quiere pasar sus días frente a un libro, nadie quiere despertarse por las mañanas sin un abrazo.- tomo otro sorbo de vino y me sonrió.


Por cierto que éramos cinco personas en la mesa, tres damas, un compañero de viajes y yo; tal vez el menos idóneo para hablar de estos temas, pero aquí estaba, tomando un vino seco y acompañándolo con queso.


- El amor no es para siempre- Dijo una de las mujeres que nos acompañaban a lo que mi compañero añadió. -El amor no es enamorarse, tampoco acostumbrarse, tal vez el amor es soportarse los defectos ¡y bueno! es mejor tener algo seguro que quedarse buscando aventuras nuevas ¿no?- todos sonreímos y continuamos bebiendo.


El vino no es mi estilo y siempre he logrado aparentar que bebo toda una tarde cuando en realidad no he terminado la segunda copa, creo que prefiero la comida y es una ventaja banal, que mientras otros beben yo pueda darle cacería a la bandeja de quesos. Es una ventaja aún más, ver como todos en la mesa van forzando conversaciones más complejas a medida que se acaba el alcohol. Seguimos conversando de lo bella que es Rennes y de su crecimiento económico en comparación a otras ciudades de Francia. Hoy en día en Rennes se ensamblan la mayoría de los autos europeos de origen francés; marcas como Peugeot y Citroën se ensamblan aquí, además tienen muy buena comida. Tal vez debería mudarme aquí y dejar atrás aquel apartamento en la ciudad.


-¿Te incomodo mi comentario?- Me dijo en voz baja Adelinne.


Ella era la intermediaria entre los franceses y nosotros. Si mi inglés es pobre, mi francés es como un vagabundo en un desierto.


-¿Cual comentario?-


Era obvio que sabía de qué me hablaba, pero a veces prefiero pasar por despistado y de hecho, muchas personas a mi alrededor ignoran que yo percibo más cosas de las que ellos creen.


- Todos le tememos a la soledad- me contesto.


- La incomodad y la diferencia no deberían tener encuentro en una conversación- Tome un poco de vino y sonreí.

- Creo que a mi compañero le ha sentado bien hacer negocio con tus aliadas - Añadí.


Marcos ya estaba bebiendo y contando chistes, al parecer a las directoras de la mesa le hacía gracia, en lo personal no me gusta contar chistes mientras estoy comiendo ¡La comida es algo serio para mí!


Adelinne y yo seguimos conversando, era obvio que lo nuestro no era el alcohol y es extraño, porque aquí en Francia se bebe más vino que Coca-Cola y aún más extraño es que un viernes en Rennes no se vaya a bailar después de una cena. Pero estamos haciendo negocios o bueno, este viaje no era para vacacionar ni mucho menos para que Marcos coqueteara con una de las directoras; pero aquí estábamos. Lo más seguro es que Marcos se la llevara a cerrar el negocio y yo me fuera a tomarle fotos a los edificios, como siempre, mi sueño de ser fotógrafo es drenado por una cuenta modesta de Instagram. Como era de esperarse mi compañero se fue con Lidye mientras que Margot nos señaló el sitio de la reunión que tendríamos el lunes y se despidió. Adelinne y yo caminamos, eran ocho cuadras hasta el lugar donde nos hospedábamos. La acompañe a comprar unos dulces y algunas frutas, ¡La mujeres siempre tienen algo que comprar! no me puedo quejar, tomamos varias fotografías y me volvió a preguntar por la conversación, las mujeres no olvidan nada, tienen una memoria muy detallada y su insistencia me hacía dudar de mí mismo, ¿Acaso era tan evidente? ¿Acaso no puedo ocultar nada?


-¿Muchas personas le temen a la soledad? ¿O sea tu no le tienes miedo?- Me pregunto mientras caminábamos.

-No es eso, es solo que muchos prefieren ocupar sus vidas con personas que no deberían estar allí solo porque temen estar solas, una cosa es estar solo y otra es la soledad-

-No estoy de acuerdo, estar solo es conjugar una situación, la soledad es el lapso del tiempo de un estado específico- Me respondió.

-Me estoy congelando, además no tiene importancia- Le dije para zafarme y con un tono de molestia entre los dientes murmuro -Si así eres para hacer negocios, no vas a poder cerrar este-


Cada quien se dirigió a su habitación. Prendí el televisor, me serví un poco de agua y me puse a rectificar unas cifras. Eran ya las doce de la madrugada cuando me percaté que la televisión aún seguía encendida; estaban hablando de vinos y recordé la comida que habíamos tenido hace unas horas, ¿Por qué Adelinne insistía en la conversación? ¿Qué importancia tenía mi opinión acerca de un tema que llego a la mesa por azares del destino y bueno del alcohol? como sea, era mejor descansar y continuar revisando esto mañana.



Un sábado por la mañana en Francia era algo que nunca había presenciado, mucho menos imaginado. El balcón de mi habitación daba a un pequeño mercado, tal vez era una feria, no lo sé; a lo lejos se podían observar las fábricas, no era una ciudad contaminada, tampoco era una ciudad atiborrada por el tráfico. Tome un poco de jugo mientras me asomaba y observaba como las personas hacían mercado en sus bicicletas. Tome un poco de pan y me decidí a bajar. Los mercados tienen algo en común, siempre son el punto de encuentro entre varias culturas; distintos platos de comida o frutas exóticas son el motivo de visita por los ciudadanos. Tome un par de fotografías y compre un poco de fruta; ¡es cierto, lo había olvidado! No se hablar francés, no entiendo el tipo de cambio y creo que me he perdido, además, ¿Dónde estaría Marcos? ojala no hubiera estropeado la noche de ayer. En fin, era mejor volver al hotel.


Decidí hacerme en el balcón, una silla y la laptop eran suficiente, además el día exigía que lo hiciera desde allí. Adelinne me había escrito al correo, eran algunos documentos para el lunes ¿Que estaría haciendo ella un sábado por la mañana? Debe ser mucho más fácil para una persona que, aunque no vive en esta ciudad, el idioma no le resulta una limitante. Volví a pensar en su insistencia de anoche y recordé que tenía un fragmento guardado en la nube, aquellos años soñadores donde creí que sería un gran escritor, en ese entonces le escribía a las personas, le escribía al tiempo y escribía para mi yo del futuro. Era un texto corto, lo había escrito cuando creía que el primer amor era el único, cuando creía que al alejarse del primer amor, tendría como consecuencia una triste búsqueda para reemplazarlo.


“Tomando los fragmentos de esta tarde, he decidido que no me molesta la soledad, de hecho le doy la bienvenida. Nunca me ha molestado su presencia y no la cambiare por una compañía que no ofrezca una paz igual o mayor a la que me he regalado al estar solo."


Cuando se es joven no se sabe en qué pensar, creemos que cualquier circunstancia es imposible de superar y hoy, años después de haber escrito esto, siento que aquellas líneas escondían un poco de miedo; también determinación pero más que todo drama y aceptación. Creo que este párrafo no tiene nada que ver con lo que hablamos anoche en la mesa, incluso creo que tiene un sin fuera de lugar para el tono de la conversación, es mejor seguir buscando, tal vez encuentre algo que mi memoria ignora y puede que no sea tan oscuro.


Marcos me había enviado un mensaje y no lo había visto, ¿Qué tal habría terminado la noche para él? Nunca ha podido viajar y volver a casa sin traerse alguna aventura consigo. -Tenemos que vernos en la tarde, es sobre negocios, ¡tú sabes! jajaja-. Desde que empecé a viajar con el emisor de este mensaje, siempre he sido el que califica sus historias al día siguiente del desenlace, si bien es cierto, Marcos es un hombre que convence en los negocios y siempre va más allá, lo mío tiene que ver más con las cifras y la teoría, pero si quieres vender una piedra es preciso que necesitarías a una persona como Marcos.


¡Aquí esta! No recordaba este escrito, creo que le enviare esto por correo a Adelinne, tal vez así deje su manía de mi opinión acerca de lo que halamos anoche, seguramente seguía pensando en ello. Las mujeres no dejan morir los temas, solo los guardan o los dejan en cuarentena.


“¿Que queda después del amor?


Algunas personas piensan que el amor es la pasión que irradia los primeros meses de una relación, alguna parejas creen que los primeros tres meses siempre vienen maquillados por la crema de la pasión, como un postre con capa de chocolate en la superficie. Cuando probamos una rebanada del amor, lo primero que hacemos en untarnos de la crema, saborear la capa superficial de azúcar, comernos la cereza que decora nuestro plato. Cuando todo esto se acaba nos toca la parte más pesada, esta parte no tiene tanto sabor como la superficie, esta parte por lo general pasa desapercibida y es justo, es necesario. Los pasteleros saben que una coraza muy azucarada debe venir acompañada de un ponqué más bien sobrio, un ponqué que equilibre el pastel en su totalidad.

Igual pasa con las relaciones, Lo de la superficie siempre es el sabor más fuerte, siempre es lo más intenso y si de entrada no nos gusta, decidimos no probarlo más, pero si la capa nos cautiva, nos dejamos llevar, decimos que es exquisito sin antes haber probado el ponqué y cuando nos toca la parte sin sabor nos topamos con una diatriba, ¿Vale la pena seguir probando? Tal vez en el fondo encontremos más crema, más pasión ¿Pero y si no? ¿Que pasara cuando terminemos de comernos el pastel y nos demos cuenta que nos ha caído mal? pues bien, la pasión de los primero meses siempre es efímera y de allí se deberían construir las bases no el techo de la relación.


El amor no es la mirada chispeante, ni el beso apasionado, el amor es lo que queda después de la crema, el amor es la confianza y la tolerancia, el amor es que ambos sean una persona mejor para el otro. El amor no es asfixiar, el amor no es la costumbre, el amor no te empalaga ni te nubla la vida con la pasión carnal, no, el amor es cuando pasan los años y aun te brillan los ojos por esa persona, cuando aprietas su mano firmemente pero sin causar dolor, cuando no necesitas mirar a los lados y sientes que en el paso del tiempo esa persona que ha caminado junto a ti, ha hecho de ese viacrucis una travesía más amena."


No agregue más al correo, se lo envié y me detuve a leer el resto de lo que había escrito en aquella oportunidad. Pasaron unos quince minutos y alguien toco a mi puerta, era Adelinne.

-¿Por qué me haz enviado eso?-. Me dijo con una mirada perdida.

-Es que creí que era necesario contestar aquello que me habías preguntado varias veces anoche-.

Bajamos por un café y frente al mercado había un parque que daba vista a una especie de montaña que en algunas décadas tendría una figura imponente.

-¿Crees que preferimos estar junto a personas que no nos aman solo para escapar de la soledad?-

-No es eso. Pienso que la costumbre no es un buen acompañante para escapar de la soledad, es más, no creo que debamos escapar de ella, solo dejarla ir cuando alguien ocupe su lugar-.

Adelinne me miro y sonrió, tal vez ella tenía otra perspectiva pero como sea que fuera estaba interesada en lo que un negociador tenía que decir acerca de la soledad y el amor.

- Tal vez la costumbre nos arropa y es una decisión difícil quedarnos sin abrigo por las noches frías ¿No?-

-Adelinne, si estas con alguien que no amas, ¿Qué haces con ella?, al pasar los años le vas a temer más a lo que no hiciste que al frio de las noches- Me miro de reojo y se quedó pesando un momento, yo le señale un árbol con hojas marchitas y me dijo -Es una pena, sus ramas quedan descubiertas y las hojas que lo hacían hermoso ya no lo acompañaran-.

-No es así- le dije sonriendo.

-Las hojas que acompañaban a ese árbol ya están marchitas, el paso del tiempo les ha pasado factura y es necesario que las deje ir para que nuevas hojas nazcan y lo acompañen. Tal vez no vuelva a ser igual de bello que antes, pero si de algo estoy seguro es que aunque hoy este desnudo frente a este mercado. En algún momento volverá a brillar-

-¿cómo en el amor? ¿Debemos dejar ir a las personas que ya no hacen bella nuestra vida y aunque quedemos desnudos, con el tiempo volveremos a darle brillo a nuestro corazón?- Dijo Adelinne, preguntándome pero creo que en realidad se estaba respondiendo a ella misma.

-Yo solo hablaba del árbol- Le dije sonriendo.

-Sí, yo también…- Me contesto.

Volvió a suspirar y me pregunto: -¿Qué haces aquí?-.

Con una mirada extraña dije, -¿De qué hablas?-.

-Sí, ¿Qué haces aquí? haciendo negocios, con tus números, con tu corbata en las cenas, con tu maletín de ejecutivo.-

Adelinne había entendido que debajo de un traje no siempre había un ejecutivo. A veces lo primero que vemos es el ápice para definir a una persona, a veces nos dejamos llevar por lo que hace una persona y olvidamos que uno hace lo que debe pero a veces es más de lo que hace en los trabajos.

-¿Para quién era eso que escribiste y me mandaste?- Me pregunto mirándome las manos.

- Era para mí, era para no encallare en una persona a la que no le hiciera completamente feliz y ella a mí-.

Tomo mi mano y nos marchamos. Me mostró varios monumentos que daban honor a la edad media e incluso me ayudo con varias fotografías. Compartimos un poco de marquesa e incluso me pidió opinión de algunas prendas de vestir. Ya no me miraba igual, había despertado algo en ella que no entendía pero que tampoco quería hacer, tal vez su percepción de mí no era la misma, tal vez dejo a un lado su teoría de que yo solo sabía utilizar una calculadora y un papel.


Ya entrada la noche decidimos volver al hotel. Ciertamente era una maravilla caminar por las calles de piedra de Rennes. Adelinne cargaba un vaso de café. La tome de la mano, ella mi miro sonriendo y seguimos caminando. Al llegar al hotel la acompañe hasta el pasillo que daba a su habitación. Me invito a entrar y sirvió un poco de vino; note que había una fotografía de ella frente a un teatro, había otra persona en la foto, de seguro era su prometido. Se acercó con dos copas me beso el cuello y dijo: -Eso fue en Burdeos, no recuerdo que obra vimos aquella noche-. Tome la copa y ella añadió:

-No sé si quiera vivir el resto de mi vida junto a ese hombre pero tampoco quiero hacerlo sola-.

-Nunca he ido a una obra de teatro- Le conteste. - Tampoco he estado con alguien con quien quiera pasar el resto de mis días-. Añadí.


Ella dormida del lado derecho de la cama, solo la cubría una sábana plateada. Ahí estaba ella, desnuda frente a mí, no porque así lo estuviera, sino porque por primera vez no la veía como una intermediaria, no la veía con sus altos tacones y sus lentes que le hacían un aire sofisticado; era ella sola, durmiendo, con una mano debajo de la almohada, con el cabello sobre su hombro. ¿Cuantas personas pueden decir que han visto desnuda a otra persona y aun así les parecen tierno? Allí estaba ella, sin maquillaje, sin sus joyas y sin embargo aún me parecía una mujer muy elegante y lo era, Adelinne era una mujer de padres franceses, tenía facciones finas en su rostro y unos ojos azules que solo eran opacados por sus rosadas mejillas, era una mujer de manos delgadas pero fuertes, labios gruesos y cabello dorado. Siempre lo cargaba suelto y picado por la mitad. Abrí la ventana que daba al balcón. Estaba muy lejos de casa, en realidad estaba en otro continente y hasta ahora no lo había notado. Voltee a mirar y ya había despertado, solo tenía puesta mi camisa, se dirigió a la cocina y me lanzo una manzana; le di un mordisco y acento con su mirada. Se me acerco bailando y me abrazo.

-¿Que miras? no me digas que afuera hay mejor vista que aquí adentro- Tire la manzana y la bese, tome su cintura y la cargue. Empezamos a girar hasta que nos mareamos, ella no podía con la risa. En realidad nunca la había visto reír tanto y no porque fuera una persona amargada, al contrario, siempre fue muy elocuente pero ella y yo solo nos cruzábamos para hablar de negocios. Dejamos de reír y me abrazo mientras buscaba el sueño.


Ella dormía mientras yo pensaba en cómo mantener la noche y esconder el sol. Como era de esperarse la madrugada vino a nosotros, ella pidió el desayuno y comimos sobre la cama. -¿Que ha pasado con marcos?- Me pregunto. "Lo había olvidado", Marcos me había escrito el sábado y yo no respondí. -Espero que bien- Le dije y la unte con un poco de crema.


Ese fue el domingo más tranquilo en muchos años. Adelinne escribía en un diario de viajes mientras yo le tomaba fotos sin que lo notara, creo que falle, en muchas fotografías sus ojos miraban la cámara pero no le molestaba. Le escribí a Marcos y me respondió que estaba montando en bicicleta y que ya me había enviado el análisis que debíamos presentar mañana. Por un momento había olvidado el principio de este viaje, había ignorado completamente que mañana seria nuestro último día aquí en Rennes; tal vez debería estar conociendo más lugares y no aquí en esta cama pero no quería hacerlo, por primera vez solo deseaba quedarme en estas cuatro paredes.


Decidí salir a comprar algunas cosas para cocinar, hace años no quería cocinar para alguien más, Adelinne insistió en acompañarme pero no la deje; me acerque a una tienda a dos cuadras y compre algunas cosas, también pase por una panadería y compre un poco de pan, un poco de jamón seco y una barra de chocolate. Al llegar a la habitación Adelinne se había bañado y arreglado pero aún se mantenía con mi camisa, ¡se le veía hermosa!, no necesitaba más. Cocinar fue un desastre, no hubo ni una sola cosa que Adelinne no me untara en el rostro; coloco un poco de música y giraba con una copa en la mano derecha. Yo la veía y sonreía mientras cortaba un poco de champiñón. Ella decidió grabar mientras yo cocinaba, tal vez hace mucho que nadie lo hacía. En fin, igual no podía ni quería detenerla. Nos sentamos a comer y ella encendió una vela que había de cumpleaños, era lo más romántico que había tenido desde que... Ya ni lo recuerdo. Me contó acerca de sus padres y de su hermana. Yo solo la observaba y acentuaba con la cabeza, no podía ignorar como cerraba los ojos cada vez que se llevaba la copa a los labios. Cuando terminamos de comer ella no permitió que yo recogiera los platos, tampoco los lavo, solo los coloco en la cocina y me trajo un poco de chocolate. Adelinne se dirigió a la cama y trajo un pequeño bolso, saco una cartuchera y abrió el cierre dorado, tenía varias fotografías, de esas que se tenían que revelar. Nos hicimos en el sofá, ella se acurruco a mi lado y me paso una fotografía.

- Esta es mi hermana y yo en Narbona, la casa que ves al fondo era el lugar donde pasábamos las vacaciones de verano.- Me dio pena preguntarle por la ubicación de esa ciudad.

- Y esta foto la tome cuando mi hermana se fue a estudiar a parís.- Adelinne solo tenía una hermana y al parecer ya no compartían demasiado. Uno siempre termina añorando los años juveniles y la simplicidad de la niñez pero Adelinne no temía en contarme de sus fotos y vaya que eran importantes, si las cargaba en su equipaje de viaje, entonces no eran algo sin importancia.

-Cuéntame de tu niñez- Me pregunto. ("Nadie que conociera hoy en día, había querido saber acerca de mi niñez, de lo que era cuando no cargaba una corbata o cuando no había un título para colgar en la pared").

-¿Qué quieres que te cuente?- Le pregunte.

- ! Hmm ¡¿Que querías ser cuando grande? ¿A qué jugabas de pequeño?- Me miro y con una sonrisa agrego: -¡No me digas que futbolista! al fin y al cabo todos los hombres son muy básicos con el fútbol- y se rió un poco.

-¿Y que querías ser tú?-. Le pregunte mientras le hacía muecas.

-Fácil, mama. Quería ser una madre como la que me tocó a mí, incluso no importaba si no llegaba a ser tan buena pero quería serlo-.

-¿Aun buscas ese sueño?-

-No lo sé, ya veremos qué pasa con el tiempo-.


Después de mostrarme todas las fotografías y hablar del pasado, Adelinne coloco una película y preparo un poco de maíz. Ya caía la tarde y yo no había salido de aquella habitación, no tenía importancia, al fin y al cabo los domingos no son días muy activos. En la noche decidimos que lo mejor sería que yo fuera a mi habitación, aun debía preparar unas cosas y no podía salir el lunes de la habitación de ella porque Marcos como era de costumbre me venía a buscar y siempre tocaba la puerta como un loco, decía que era su forma de drenar los nervios antes de finiquitar cualquier negocio, pero en realidad lo hacía por si yo seguía dormido.


Adelinne me acompaño a la puerta pero se detuvo un momento en la mesa donde tenía su laptop, agarro el porta retratos que mantenía la fotografía de ella y su prometido en aquel teatro. La miro de cerca y la tiro al suelo; creo que no pude contener mi asombro aunque guarde silencio. Ella se me acerco sonriendo y me dijo -¡Vamos!- Cuando abrí la puerta decidí no pedirle la camisa, se le veía mucho mejor a ella que a mí. Di unos pasos fuera de la puerta y Adelinne salto sobre mi espalda, me tenía agarrado como un infante en un parque de diversiones. Acerco sus labios a mi oído y dijo con una voz muy baja -No sé si quiera que mis ramas se queden desnudas en el invierno, pero no quiero que las hojas marchitas aun me acompañen-. Yo no dije nada, creo que el silencio le sentó bien.


La lleve hasta mi habitación cargada por la espalda, dos mujeres que caminaban por el pasillo central no se lo podían creer, un hombre cargando a un mujer por la espalda y mejor aún, todos notaron que era mi camisa. Adelinne no podía con la risa pero no quería que la bajara. Abrí la puerta como pude y ella la cerro de una patada. Caminamos hacia el balcón y allí se bajó de mi espalda. Ambos miramos por varios segundos el paisaje y ella me beso la mejilla izquierda. Nos miramos por un momento y me beso la frente, agarro mi mano con fuerza y me halo lentamente hacia la cama.


Aquella noche no supe que paso. Adelinne estaba colgando sus adornos en mi vida, y sin pedir permiso se quedó a vivir en mi corazón.



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