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Tercero: Bacon pasado, jugo con cáscara y bondiola al punto.



Abrí las cortinas, el día era claro y sin rastros de la lluvia que la había precedido. Un perro caminaba por la calle mientras una chica le daba fallidas órdenes.

—! Ven ¡-

—! Aquí ¡-

—! Quieto ¡-

El can no paraba más que para olfatear los arbustos, el hidrante y un basurero. Cargaba su correa en el hocico. Estoy seguro de que no era la primera vez que veía como un perro se paseaba a sí mismo.


Abrí el horno, allí estaban los pedazos de pizza, definitivamente no quería comer eso, había sido un error dejarlas del día anterior. La pizza de carnes es bien conocida por su sabor, incluso después de pasado los días, pero yo no quería aquella masa; la dejé en el microondas.


Tome dos tomates, un pimentón y un cuarto de cebolla. Los piques en cuadros y encendí la cocina. Tome dos huevos de la nevera y al menos 100 g de Bacon. El sartén ya estaba caliente, y entonces revolví todo directamente; mientras cocinaba, pensaba en las pocas veces en que una persona de por aquí puede dedicarle más de 15 minutos al desayuno, no lo sé, tal vez a veces mucho es demasiado. Abrí la nevera, el sartén aún estaba a fuego bajo. Tome tres naranjas, las corté en cuartas y las agregue al extractor. Es curioso, salieron 2 vasos de jugo, me asombré, pero en el fondo lo sabía, tal vez mi subconsciente quería que tomara dos vasos.


Serví el desayuno en el mesón donde solía leer el periódico mientras desayunaba. Tome un vaso de vidrio y lo llene de zumo de naranja; me dispuse a comer. Los huevos no tenían sal, el Bacon estaba muy tostado, tome un poco de jugo y estaba agrio, había olvidado quitarle la concha a la naranja, mi cerebro me había jodido, otra vez. Dos vasos inservibles de jugo agrio, una tortilla mal hecha. Tire la comida y metí los pedazos de pizza en el microondas. Entendí que este era mi destino, esto era lo que debía desayunar, y aun cuando había evitado a toda costa comerlas y, por el contrario, esforzarme por hacer algo diferente, las pizzas estaban allí, con calma, con paciencia, esperando a que las metiera en el horno, las calentara y me las comiera. Estaban muy sabrosas, pero las comí con disgusto, luego entendí que aceptar las cosas que no trascienden te hace la vida mucho más sencilla.


Hoy no era un día para ir al campo. Después de mi última visita al barrio de una minoría, o bueno de un gremio, había entendido que mi trabajo no estaba allí. No hice mucho en la oficina. Revise algunos documentos, leí otras noticias. Adelanté algunos trabajos con el oficial de turno, pero mi cabeza no estaba allí, tampoco en otro sitio. Tal vez era de esos días en donde la derrota de hacer un mal desayuno te dañaba el día.


Monique envió un correo, pero no quería leerlo, no quería responder algo bajo este derrotismo. Ya pasadas las 8:00 pm me dispuse al estacionamiento, allí donde paraba el auto que no me podía permitir; encendí Waze y coloque como destino mi departamento, claramente sabía dónde vivía y aún más, sabía llegar, pero quería que alguien más me lo dijera y si ese alguien, de casualidad era una experta en direcciones, pues mucho mejor. Camino a casa vi un can sin correa, husmeando en la basura frente a la pizzería de la esquina, que cosas… algunos se pasean solos y otros no tienen que comer. Seguí así todo el camino, mirando por la ventana, fijándome en cómo cada uno asimilaba la noche. Al llegar a casa el teléfono volvió a sonar, era otro correo de Monique, esta vez si los leí.


Correo 1:


El peor antidepresivo es un libro de motivación, lo peor es que te sientes como una basura después de leerlo.


Correo 2:


¿Qué estás cenando? No me digas que sigues siendo adicto a la pizza congelada…


Sonreí un poco y decidí que aunque el desayuno fuera un fracaso, la cena no tendría que ser igual. Prepare una ensalada césar con lechuga romana y un poco de queso pecorino. Descongele una bandeja de cerdo, más bien de bondiola y la cocine con espárragos y aceite de oliva. 8 minutos por cada lado y un poco de mantequilla con ajo, no necesitaba nada más. Tome un plato redondo y plano e intente servir lo más decente posible, tome un par de fotografías bajo la luz que expulsaba el techo del mesón donde solía leer el periódico y me dispuse a enviar una respuesta a Monique.


“Tengo que confesar que mi paladar ha evolucionado. Ya pase de pizzas congeladas a pizza a domicilio, sin embargo, hoy he cocinado esto, ¿qué comes tú?”


ENVIAR.


Comí un poco de cerdo, estaba realmente bueno; tome un poco de agua con gas y me termine la ensalada. Lave los platos y apague las luces. Camine hacia el cuarto y otro correo de Monique llegó.


“Aquí la comida tiene demasiado condimento, a veces extraño tus platos desabridos”.


Hoy iba a dormir profundamente, bueno, tal vez…


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