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Capitulo segundo: "Durmiendo sobre la alfombra"



Por un momento pensé en subir a tocar de nuevo pero no, las circunstancias no estaban dadas. Elizabeth si subió a la tarima. Resulta que era una muy buena violinista y su voz para nada estaba mal. Me hizo recordar aquellos años en la facultad, cuando uno no sabía desde que pasillo saldría una melodiosa voz.


La noche pasó sin más contratiempos, Elizabeth se perdió después de tocar y yo decidí terminar la botella mientras observaba la parafernalia de una nueva tienda. Es difícil imaginar que una persona pudiese estar tan neutral después de esa noche, después de esa presentación.


Algunas personas estaban pidiendo autógrafos a los músicos, y otras simplemente ofrecían sus discos. En lo personal, nunca fui muy fan de exponerme ante el público; siempre tocaba en una esquina izquierda y sobre mi piano solo había un vaso de agua que utilizaba para mojar mis dedos entre canciones. En el 2011 toque para un nuevo club en Europa, resulta que a mitad del concierto, una mujer subió a la tarima y me beso, intentó tomarse una fotografía pero yo no pude dejar de tocar. Me habían contratado para ello, y no es que yo fuera la persona más risueña en el mundo de la música, en realidad siempre se me conoció como una persona callada, sin expresiones faciales y con un humor de mierda. Ese desplante esa noche me costó mucho más de lo que yo creía; la gente me tacho de engreído, grosero y hasta algunos se atrevieron a opinar sobre mi sexualidad... Después de eso, siempre me hacía en un rincón, donde me escondiera tras el grupo, donde no llegaran las luces principales, donde solo se escuchara mi piano. Pensándolo bien, es una historia muy tonta ¿Que me costaba parar la música? Pues así pasan muchas cosas. Ignoramos el alcance de una simple decisión, de una simple palabra, de un simple gesto. Muchas veces creemos que las cosas se olvidan pero no es así, de hecho tienen demasiado poder y muchas veces definen nuestros caminos en la vida; en fin, era tarde mejor me iba a casa.


Al salir, Elizabeth se me quedó mirando, yo lo note, pero ella solo me miro hasta que ya las luces de la velada no caían sobre mi chaqueta, hasta que la oscuridad fuera el escondite de sus ojos sobre mí. No nos despedimos, solo se quedó observando cómo me iba. Yo por el contrario no la pude encontrar entre las mesas, en el fondo no quería hacerlo. No quería quedar en una posición incómoda, tal vez positiva, pero incómoda para mi regularidad solitaria. Terminé mi trago, tomé mi chaqueta, me levante y partí hacia la salida.


Al llegar a casa, me senté frente al piano, intente que algo saliera de mis manos pero no fue así. Decidí que era mejor tirarme sobre el piso. Pensé en el tiempo que había pasado desde la última vez que me tiraba sobre el suelo, desde que jugaba sobre él, como extrañaba a Branch. Pase algunas horas mirando el techo y descifrando cómo funcionaba la luz de la luna sobre mis lámparas apagadas, escasas de luz artificial, pero aquella noche, el apartamento está mucho más iluminado que cualquier día de mis últimos meses aquí. Al otro día desperté destruido, ni siquiera el tapete me pudo proteger. Fue una completa paliza. Intente estirar mi molida espalda y de pronto, me di cuenta que desde mi ventanal, el amanecer era una auténtica maravilla ¿Cómo no lo había notado nunca? ¿Cómo un amanecer así de hermoso había pasado desapercibido y en cambio yo prefería dormir en una cama doble con un poster de Coca-Cola retro?


Me quedé sentado al menos cuarenta minutos frente al ventanal, parecía un chiquillo, no podía creer que esto sucediera a diario en mi departamento. Después de ese día, todas las mañanas desayunaba en el piso frente al ventanal, incluso intente hacer algunas fotografías. Veía cómo las personas iban apuradas a su trabajo, como los pájaros descansaban sobre las copas de los árboles y cómo los niños competían con sus pequeños barcos. Al menos cuatro semanas pasaron así hasta que un día, intentando enfocar con mi cámara, vi a Elizabeth trotando en el parque o bueno, alguien muy parecida a ella. Me pareció una coincidencia muy peculiar; en el acto recordé aquella noche que se sentó junto a mí, aquella noche que la vi en el escenario. Tal vez yo debería bajar y buscarla, o más bien bajar y empezar a trotar, a fin de cuentas iba a ser mucho mejor si veía mis dotes deportivos. Después del desayuno salí por algunas cosas, también quería pasar por la tienda deportiva, por esto de "Empezar a trotar".


A la mañana siguiente, salí a trotar temprano, pero no logré ver a nadie. Parecía un demente, mirando a la cara a todas las mujeres que pasaban por mi camino, pero nada. No pude verla. Así pasaron al menos diez días, no la podía encontrar, cambiaba de ruta, daba vueltas al parque, pero ella nunca apareció. Un día trote al menos veinte kilómetros pero no la pude ver, tal vez mi subconsciente me había engañado, me había hecho una treta, o tal vez en el fondo, muy en el fondo yo quería volverla a ver. No era posible, no había pensado en ella en todo el mes, en realidad la vi unas horas aquella noche y ya. No, de seguro era otra de mis psicosis de la mujer perfecta, ni siquiera sé por qué dije “La mujer perfecta”. Una mañana camino a casa, vi a la señora que me había invitado al evento; hace tiempo no pasaba por allí, la tienda realmente iba bien. La salude de lejos pero ella vino hacia mí. Me contó lo bien que le iba en la tienda y que pronto tendrían un festival.


-Deberías venir al festival ¿Quién quita y hasta nos deleitas con el piano?-


-Me encantaría asistir, pero esto de tocar ya lo he dejado atrás-


-¿Cuántas veces debemos pedirte que toques?-


-¿Debemos? ¿Quién más quiere que toque?- En ese momento entendí que si seguía pensando en Elizabeth, que por alguna razón quería que ese "Alguien más" fuera ella, tal vez esto de trotar como una gacela iba a terminar si no habían señales de ella.


-Pues todas las personas de la ciudad, usted aquí es una celebridad, muy solitaria y poco vanidosa, pero a fin de cuentas una estrella-


En ese momento sentí un vació, me dio alegría saber que habían personas que deseaban escucharme, pero me dio un poco de decepción que su sobrina no sonará en esa respuesta.


-No le prometo que tocare, solo asistiré-


La señora sonrió y me invitó a entrar, pero yo iba con algunas bolsas, así que me negué.


-Tal vez por la tarde pase, ahora no estoy en condiciones para entrar en una tienda-


-¡Vamos! No puede ser que todas las mañanas corras en busca de mi sobrina y ahora que está en la tienda no quieras entrar- Sonrió descaradamente después de decirme esto.

Yo me quede con cara de idiota y me reí con un "Señora usted no tiene escrúpulos" ¿Cómo me decía eso?


-Creo que usted me ha descubierto ¿Tan obvio he sido?-


-No, simplemente los años me han enseñado que las oportunidades no son resultado de coincidencias. Las oportunidades se construyen y si yo puedo ayudar algo, está bien por mí, creo que por ti también ¿O me equivoco?-


-Está usted en lo correcto, creo que no soy tan frío como la gente suele decir-


-Para nada, se te nota que quieres entrar ¡Vamos!-


Al entrar, ella estaba allí; afinando un violín, no me había visto. Estaba muy concentrada y verla era lo mejor que me había pasado, no podía creer que la había encontrado, incluso en el momento que ya no la estaba buscando. Ella cargaba un vestido azul celeste y su cabello caía sobre sus hombros. Tenía el violín sobre su brazo derecho y sus ojos estaban casi cerrados. En realidad lo afinaba con sus oídos, no había necesidad de ver nada. Yo solté algunas bolsas y fingí observar algunas vitrinas.


A veces aparento en las tiendas que estoy buscando algo, pero en realidad estoy evitando. Evitando filas, evitando personas, evitando interacciones pero este no sería el caso, era improbable que pudiera fingir demencia en su tienda.


No hablamos mucho, en realidad ella estaba ocupada y yo me sentía bastante incómodo, esta no era la forma en que pensaba que volvería a verla, pero nos saludamos. Hablamos un poco del festival y aunque no había mucho más de que hablar, no podíamos dejar de sonreír, creo que en ese momento tenía una sonrisa de idiota. Pedí su número y ella misma lo anotó desde mi celular. Después de eso, partí.


Muchas veces tuve la tentación de volver a tocar, de crear algo nuevo, de volver a salir de mi cueva, pero nunca lo concrete. La última vez que me senté sobre este piano e intente tocar algo no pudo salir nada, tal vez uno no puede crear cuando quiere, sino cuando puede y por muchos años yo sentí que no podía crear nada más, pero hoy sin saberlo, había amanecido con una melodía en la cabeza; no sabía de dónde había salido y no podía diferenciarla de algún otro músico, tal vez la había escuchado en un comercial o en la radio pero no podía recordarlo. Ese día pasé toda la tarde intentando sacar la melodía de mi cabeza y pasarla al piano. Alguna notas no me daban, o simplemente no sabía cómo continuar.


Llevaba días hablando con Elizabeth por teléfono, de vez en cuando hablábamos de algún tema corto, en realidad no teníamos grandes conversaciones, no soy muy amante de los mensajes, tampoco quería empezar a depender de un aparato. Ese día nos habíamos escrito en la mañana pero yo había dejado el teléfono a un lado pues estaba metido de lleno en esta bendita melodía. Es raro, tenía su número, tenía algunas conversaciones con ella pero entre más hablaba con ella, más me daba cuenta que no había nada que la juntara a mí, ni siquiera la música, tal vez por eso no le daba mucha importancia al teléfono (Este soy yo, saboteándome la vida). Pues bien, me levanté un momento por agua y vi de reojo el celular, la luz estaba intermitente, alguien me había escrito, no me importo; cuando volví de tomar agua lo tome por reflejo, habían algunos mensajes sin importancia pero al mediodía Elizabeth me había escrito; habíamos terminado de hablar como a las 9:00am por lo tanto no había motivo para tener que hablar más (Este soy yo siendo un idiota). A veces no me creo las cosas, a veces peco por no creyente. Tal vez se había equivocado, tal vez era un modismo, este de pasar cadenas, este de enviar a muchas personas mensajes; no importaba que fuera, decidí que no lo quería abrir. Continúe con mi intento de sacar la melodía pero no pude; al cabo de unos minutos no podía pensar en la melodía y me di cuenta que solo pensaba en el teléfono ¿Yo pensando en el teléfono? ¿Pensando en que me habían escrito? Esto no tenía sentido, ni el más mínimo en absoluto pero me levante, creí que lo mejor era revisar el mensaje y dejar de una vez por todos estos nerviosismos sin sentido.


A veces la vida te da una lección de realidad, incluso si intentas escapar de ella. Yo había huido durante años de las citas, de las reuniones y me molestaba la idea de compartir con otras personas; en mi intento fallido por correrle al destino desperdicie muchas oportunidades, me junte con personas que no buscaban nada de mí; me refiero a personas que no querían involucrarse conmigo, no les importaba quien era, que tenía y que podía dar, en parte yo me había convertido en una persona de reciclaje. Recuerdo que una vez alguien me dijo " No te juntes con personas baratas, resultaras siendo una". Yo no lo quise entender, no me importaba que alguien quisiera darme más de una noche de placer, no me importaba ni me interesaba conseguir personas que me hicieran mejor persona. Por supuesto mi capacidad de mejorar se vio frustrada por mucho tiempo, tal vez así era mejor, pero si algo es cierto, es que no te le puedes esconder al destino por siempre, puedes correr, puedes saltar, puedes esquivar algunos flechazos pero jamás vas a poder escapar por completo de lo que la vida tiene para ti.


Elizabeth me había escrito para ir a un lugar nuevo, había utilizado una excusa barata para invitarme a salir, era tierno pero no me lo podía creer; a veces, incluso sin querer, yo resultaba ser un fracaso. Tal vez ya era muy tarde para responderle pero decidí intentarlo; le escribí preguntando la hora y el lugar, no me disculpe e ignore el destiempo de respuesta, sólo podía esperar lo peor o una respuesta positiva, creo que lo peor era lo más factible. Al cabo de unos minutos yo estaba observando los edificios por el ventanal, mi celular estaba en la mano izquierda y sentí melancolía por Branch, creo que con él estos momentos no tendrían tanta tensión. Elizabeth leyó mi mensaje pero no respondió, mi situación no había cambiado, seguía siendo aquella persona que no logra concretar las cosas y lo peor, yo era la tranca de mi vida, creo que solo hasta este momento lo había logrado entender. Estas reflexiones que te brinda un celular ¿no? Enseguida pensé en cómo había visto sonar el teléfono y lo había ignorado, incluso había ido a tomar agua y solo hasta después de beber un segundo vaso lo revise.


En mi vida pocas veces me he sentido decepcionado; en esta oportunidad lo sentía y no tenía a quien echarle la culpa. Es mucho más difícil cuando no tienes a quien señalar; quería hacer algo pero no sabía qué hacer, de pronto recordé que su tía era la dueña de la tienda de instrumentos, ella podría saber dónde estaba o por lo menos donde vivía, y entonces yo podría ir tras de ella. Cuando iba bajando los pisos del edificio sentí que era una tontería, no había ningún motivo para ir allá y triunfar, no hablábamos mucho y yo había arruinado algo momentáneo, un mensaje pero eso no era motivo para ir tras de alguien y peor aún, creer que solo por eso la iba a llevar conmigo; tal vez pensara que era un idiota o hasta se riera de mí, a fin de cuentas, era solo un mensaje y muchas personas han leído un mensaje tarde, me devolví e intente fingir que no me afectaba. Pasaron varias horas y yo no paraba de revisar el celular cada diez minutos; no me respondía. Ya había caído la noche y yo no había logrado nada.


No pude componer y falle en mi intento de salir de con Elizabeth, de pronto ella empezó a escribir, o al menos eso decía el celular. Escribió y paró varias veces, pero nunca me llego nada. Ese momento me hizo entender que habían pasado las horas y ella no me había respondido por algo más, no era que no le importara, es solo que no quería enviarme lo que tenía para decir, o tal vez se replanteaba que yo era un idiota.



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