Capitulo primero: "Branch"
La ciudad estaba gris, al menos desde aquí se podía ver así. Tenía una taza de café y no paraba de mirar por mi ventanal; tal vez ya era hora de volver a enfrentar la ciudad, pero ¿Qué sería de mí en el tráfico? ¿En las oficinas, en el día a día? Llevaba al menos siete meses sin salir de mi departamento más que para comprar algunos víveres y sacar la basura. Mi ciclo en la sinfónica había terminado y la muerte de mi único compañero había resultado ser la llave para exiliarme de la realidad. Recuerdo el primer día que pise esta alfombra. Un par de hombres intentaban subir mi piano. Era café, con detalles dorados y pequeñas letras que decían "Carpe Diem"(Todo un cliché). Mi compañero no dejaba de correr por todo el piso y yo solo le decía "No vayas a morder nada". Mientras colocaban el piano a una esquina, yo le decía "Por las mañanas correremos allá abajo". Sí, mi compañero era un pastor alemán de 5 meses; su nombre era Branch y creo que era un nombre perfecto para él; su manto era café oscuro y sus ojos entre naranja y negro. Por las tardes se acostaba encima de mi piano y me escuchaba practicar, cuando no le gustaba o yo desentonaba, rasguñaba el atril. Creo que esa época fue la mejor.
Hace dos años deje de practicar en casa, solo lo hacía en el estudio. Mi piano se llenó de polvo y deje de apreciar la vista que te puede dar un ventanal de un metro en un departamento ubicado en el décimo piso del centro de la ciudad. Las matas de ese rincón lo sintieron, estaban caídas y Branch ya no sacaba la tierra de sus macetas como lo hacía cuando era solo un cachorro. No lo había notado, pero Branch también aruño los vidrios, se comió media pata del piano y se había comido unas cuantas partituras, ¡Vaya! hace más de tres meses que mi compañero me había abandonado y yo no había notado sus desastres. Desastres es una palabra que define cuando algo está sin armonía o en situación desfavorable. En realidad, el desastre era que yo no lo hubiera notado, que yo hubiera vivido como zombie los últimos dos años y no hubiera notado estas huellas que dejaba Branch para mí. Desastre era no haber tocado el piano de nuevo en casa; desastre era que Branch hubiera muerto... Pase mis dedos y sentí la profundidad de esos rasguños que había en el piano, ojalá tuviera más marcas; tal vez si yo hubiese vuelto a tocar en casa, tal vez si me hubiera sentado de nuevo aquí, pero no.
Mientras tocaba las marcas el teléfono sonó, lo más seguro es que fuera alguna de esas fastidiosas llamadas donde te ofrecen pagar un préstamo a veinticuatro años, para cuando llevas veinte años pagando te das cuenta que era mejor no haber contestado el teléfono. Conteste, era una pequeña tienda de instrumentos que estaba invitando a todos los músicos del bloque para la apertura, iba a ser una ceremonia pequeña pero varios grupos se presentarían y tocarían, tal vez algo de jazz. No quería ir, lo que menos me apetecía era ir a una tienda de instrumentos a que grupos principiantes tocaran baladas sacadas de Internet. Fui a bañarme y me quedé pegado al espejo, tenía una barba que me hacía pasar más por un ermitaño que por otra cosa. Mi cabello estaba largo y desaliñado; no me importo. Me vestí con una camisa blanca y una chaqueta negra. Pensé en colocarme una corbata, pero esto no era una presentación, yo solo iba a comprar algunas cosas para comer.
Para algunos, hacer las compras es un deber; sienten que es una pérdida de tiempo y en efecto lo es, pero yo fui un amante empedernido de la cocina. Me encantaba ir al supermercado, comprar condimentos, hierbas e inventar recetas nuevas para la cena. Mis amigos de la academia lo amaban y esperaban con ansias el fin de semana para que yo les cocinara. Tome algunos jugos y un poco de embutidos. Hacia la fila para pagar, cuando note que al frente, cruzando la calle, estaban colocando unas sillas y algunos bombillos colgantes. No lo había notado sino hasta que salí del supermercado, era la tienda nueva que iban a inaugurar en la noche.
- ¡No puedes colocar eso ahí! - Le dije a uno de los operarios que estaba acomodando los altavoces.
- ¿Disculpe? -.
-Que no puedes colocar esa caja ahí, si lo haces vas a reventar las mesas con las vibraciones y nadie va a poder apreciar la música-.
El operario me miro con cara "¿Y tú eres el organizador del evento o qué?". Yo me di cuenta de su expresión y entonces me alejé caminando. Cuando llevaba algunos pasos decidí regresar, no podía soportar que colocaran esa caja ahí. Cuando me di la vuelta, en efecto la caja estaba apuntando a tres mesas de frente, solté mis bolsas y lo empecé a mover. Uno de los operarios empezó a gritarme, pero lo ignore. Mientras movía la caja y la apuntaba al centro del escenario, alguien toco mi espalda.
- ¿Por qué lo apuntas hacia el centro? ¿No debería estar apuntando hacia las mesas? -.
-Si apuntas hacia las mesas estando tan cerca, solo van a escuchar las vibraciones de la caja, entonces no tendrá sentido que quien cante lo haga-.
- ¿Crees que puedas ayudarme a colocar las otras cajas? La verdad jamás había organizado una presentación en vivo-.
-Sí, no hay problema-. Respondí.
Mientras me paseaba entre las mesas y miraba hacia donde apuntaba cada caja, el jefe de los operarios discutía con la persona que me había hablado. Era una señora de al menos cincuenta años. Tenía cabello corto y vestía un blazer rojo. En su mano derecha tenía una agenda y en sus dedos un par de anillos. Termino de hablar con el señor y se me acercó.
- ¿Crees que todo está muy mal? ¿Es un desastre? -.
Yo sonreí y le señalé dos cajas más.
-Estas deben apuntar hacia la izquierda y no hacia el centro. Lo demás está bien-.
La señora envió a dos sujetos a que movieran las cajas y me agarro las manos.
-Muchas gracias, es una suerte que un pianista pasara por aquí mientras yo organizaba todo este caos-.
- ¿Usted como sabe que toco el piano? -.
-Tus manos. Fue lo primero que note-.
Yo miré mis manos y fingí entender eso que me hace ver como un pianista.
- ¿Que mesa quieres para esta noche? ¿En la izquierda estaría bien? -.
-No, yo no creo que...-
-Claro que tiene que asistir, de lo contrario ¿A quién le voy a reclamar si el sonido no es bueno-?
-De verdad gracias, pero...-
-Entonces es en la mesa 4. Empieza a las ocho de la noche, usted no va a ser capaz de dejar plantada a una señora ¿O sí? -.
-Gracias, aquí estaré-. Este era yo dejándome convencer.
Había dejado que una señora me manipulara. Las personas mayores siempre utilizan su edad para conseguir las cosas. En realidad, todos lo hacemos. Cuando se es joven, la edad es el motivo y la causa de tomar tantos riesgos, cuando se es adulto, la edad solo sirve para medir nuestra responsabilidad, así que utilizar la edad para manipular, es algo cruel pero no se sale de los lineamientos morales.
Al llegar a casa leí un poco. Siempre tomaba libros al azar y pensaba en un número, luego buscaba la página que tuviera ese número y empezaba a leer. No tenía mucho sentido la página que me había tocado, tan solo una línea lo tenía, y esta decía: “Entre el reconocimiento y la calma, yo siempre elegiré la segunda”.
Me había quedado dormido. Revise mi reloj y eran casi las ocho. Me bañe, pero no me afeite. No quería darle mucha importancia a la invitación, solo iba por educación. Tome un gabán oscuro y una bufanda. Me despedí de la persona de la entrada y me dispuse a caminar hacia el lugar. Yo no tenía idea de que pasaría esa noche, a veces uno simplemente hace las cosas más sencillas y no tiene conciencia de lo trascendentales que serán para nuestras vidas. En un momento estás mirando por un ventanal y horas después terminas tocando para un centenar de personas y tus ganas de volver a componer consumen tu alma. No fue lo que me paso o bueno, tal vez sí; el asunto es que aquella noche yo recordé que era un pianista.
Al llegar, una señora me busco en una lista y me hizo seguir a la mesa que estaba apartada para mí. Me sirvieron un poco de vino y una vela que se repetía en todas las mesas me acompañaba. Pronto descubrí que todas las mesas estaban ocupadas por parejas jóvenes, y no es que yo fuera viejo. En mis 27 años de edad, mi única compañía seria fue Branch. Tuve muchos amoríos cortos. Los músicos y los escritores entre otras cosas, tienen eso en común. Alguna vez leí "Nunca te enamores de un escritor". Me pareció un poco hilarante la primera vez que la leí, pero con el tiempo comprendí el poder de alguien que escribe. El poder de alguien que puede convertir cualquier momento en un párrafo sublime y a decir verdad, poco después descubrí que las mujeres modernas buscan un hombre descomplicado, pero que a su vez sean sublimes.
La señora que me había invitado se acercaba a mi mesa, yo estaba un poco nervioso ¿Hasta dónde llegaría esa manipulación que al principio me pareció tierna?
- ¿Por qué no has traído a alguien contigo? -. Me pregunto con una pequeña sonrisa.
-Es que mis amigos están de viaje...- No tuve tiempo para coordinar-.
-Está bien, tal vez si llega alguien más lo siente en esta mesa ¿Te molestaría si compartes la mesa?
-No, está bien. -
Se alejó mientras me deseaba que disfrutará la noche, por lo pronto yo solo intentaba convertir este vino en una bebida infinita. Un grupo de jazz suave subió al escenario y empezó a tocar” Haitian fight". Esa canción me recuerda a Jerry maguire. En fin; estaba viendo como tocaba el saxofonista cuando alguien dijo en voz baja:
-Si sigue así no va a durar los once minutos que dura esta pieza-.
Yo sonreí y afirmé con la cabeza.
-Si ese hombre no se desmaya en dos minutos, te doy cinco billetes-. Me dijo mientras sonreía.
Yo la mire, saque la silla y la invite a sentarse (Si, era una mujer ¿Obvio no?) De qué otra forma yo, un obstinado por la soledad, habría invitado a sentar a alguien junto a mi mientras veía a un hombre que no podía con la canción. No hablamos mucho más que para criticar las bandas y reírnos un poco, hasta que la señora que me había invitado (A todas estas, ignoro su nombre) Se acercó.
-Veo que ya conociste a mi sobrina Elizabeth-.
Yo solo asenté con mi cabeza, y la miré.
-Este hombre adora criticar a los que suben al escenario. Tal vez sea hora de que él nos muestre que sabe-. Y se rió junto con su tía.
- ¡Es cierto! Deberías subir y desempolvar esos dedos-.
-Lo siento, ya me he retirado-.
- ¿Pero ¿cómo un hombre de menos de treinta años puede estar retirado? -
-Es solo miedo- Dijo Elizabeth.
-Si me trae un poco más de vino lo pensaré-. Dije mientras movía la copa y la tía de Elizabeth me miraba con esos ojos de "Es un trato".
Tome un poco más de vino y crucé algunas palabras con aquella mujer. Realmente no tenía mucho interés en saber de su vida, pero si quería que se quedara. A veces no queremos que quienes nos rodean sepan que estamos solos. No conocía a nadie en la tienda, no me hablaba con nadie, pero no quería quedarme de nuevo solo en esta mesa. La vela ya casi se apagaba, solo un poco de cera mantenía la llama viva, entonces entro en mi cabeza un pensamiento de esos vagos, de esos que no tienen principio ni final y que suelen ser pasajeros. Empecé a pensar "Tal vez yo debería volver a tocar, y si de paso puedo terminar pasando la noche con Elizabeth". Ay Dios, la mente es un elemento que no podemos controlar.
Elizabeth empezó a buscar por internet acerca de mí.
- ¿Tu compusiste” Sleeping outside" no es cierto? -
Vaya eso sí que me sorprendió.
-Sí, hace unos tres años la compuse-.
- ¿Esas cosas todavía siguen en internet? Creí que la información chatarra se borraba de google-.
Elizabeth me miró y empezó a reproducirla en su celular. Yo no quería escucharla y le dije que a cambio de que parara, le contaría como la había compuesto.
Resulta que cuando Branch era cachorro, le daba mucho miedo dormir en el ventanal. Aunque pasaba todo el día encima de mi piano y se dormía mientras yo practicaba, en las noches era imposible que durmiera; tal vez los aviones o las luces de la ciudad no le dejaban dormir, o simplemente no le gustaba esa ventana y solo se quedaba ahí por darme compañía. Una noche, después de una presentación en un club de jazz, yo había llamado la atención de una contratista que iba con sus amigas y resultamos camino a mi departamento. Resulta que Branch estaba entre una chaqueta que había tirado al suelo y cuando nos vio entrar hizo una pataleta increíble. Ella y yo lo entretuvimos un poco pero cuando entramos a mi habitación, Branch empezó a llorar, no paraba de ladrar y rasguñar la puerta, por supuesto yo no pude hacer "Lo que tenía que hacer" y tuve que salir de mi habitación para consolarlo. Branch estaba encima del piano llorando, y a mí se me ocurrió tocar algunos minutos para que él quedara dormido. Después de 25 minutos, Branch saltaba por el piano mientras yo componía "Sleeping outside". La mujer que estaba en mi habitación salió en ropa interior, yo creo que quería matarme o tal vez irse, pero al verme su rostro cambió. Imagínate la escena, vas por una noche de acción, y el dueño del departamento te deja en su cama mientras se va a componerle canciones a su perro llorón. Ella sonrió y se acercó con una sábana. Acaricio a Branch toda la noche y me escuchó hasta caer rendida. Tres semanas después, esta mujer me había colocado en el top 15 de el old style de New York, la canción fue una sensación, pero la realidad es que me costó una noche de pasión.
Después de contar la historia, Elizabeth quedo con la boca abierta, no lo podía creer. En realidad, siempre inventaba una historia diferente, es lógico que nadie crea en el origen de esta composición. Yo solo calle después de terminar la historia y creo que en mi rostro se vio la tristeza de haber perdido a Branch, porque Elizabeth tomó mi mano y dijo.
-No creo que esa composición pudiera salir de otra forma, creo que Branch te acompañará mientras esta pieza suene en algún lugar-.